Querido Enrique
en verdad no te has ido
quedan con nosotros
Tus Memorias fantásticas,
tu Corazón del poeta,
tus Mujeres libertadoras
y todas tus enseñanzas
de cómo
el ser más erudito de la Tierra
era a la vez
la persona más humilde y sabia
que jamás cabalgara
como un verdadero Quijote
el mundo de las letras,
porque más que escribir,
creabas mundos,
desentrañabas misterios
y nos enseñabas
que un héore como Nariño
estaba hecho
no solo del material
con el que se formaron las estrellas
sino con las ideas
más revolucionarias de su época.
Tu vida misma fue un ejemplo
de que en ti revivían
todos nuestros héroes
con sus mentes brillantes,
sus ideas firmes
y sus acciones revolucionarias
que habrían de cambiar un mundo.
Resucitaste de la historia
a incontables personajes
ya fueran Nariño, Ricaurte y Rigueiros
o el Marqués de San Jorge,
gracias a ti
pudimos tomar chocolate con ellos,
mientras planeaban cómo deshacerse
de las injusticias de la sociedad colonial.
Con solo tu pluma,
tú tambien fuiste un héroe,
un creador de nación y de conciencias,
tu prosa era amena, fantástica, real
y maravillosa
y además nos devolvía, con la magia
de tus palabras, a otros tiempos,
gracias a ti supimos cuál era el temple de Nariño,
la sonrisa hipócrita del Arzobispo de Terciopelo,
pero además te adentraste en otras almas
grandes y gloriosas de nuestra historia,
como Rufino José Cuervo
en tu tu libro “Un hombre al pie de las letras”,
y desentrañaste el misterio de la Muerte
de José Asunción Silva,
en “El corazón del poeta”.
Cada palabra tuya, cada frase, cada historia,
cada encuentro que tuvimos
seguirá igual de vivo
como el día en que nos conocimos
y la historia de uno de tus libros
se unió a la historia de mi vida
y desde ese momento,
supimos que seríamos más que amigos,
hermanos inseparables.
Tus últimas palabras
la última vez que nos vimos
todavía vibran dentro de mí
“si solo entendieran por qué luchó Nariño,
no estaríamos luchando todavía
para alcanzar sus sueños”.
Querido hermano Enrique,
no te digo adiós,
tedigo “hasta pronto”.