Posted on

Colombia es un país incompleto, nació de un parto forzado, producto de la violación del invasor extranjero y de la sumisión forzada de sus habitantes nativos a dioses, creencias, rituales y formas de vida que les eran extrañas. El mismo nombre del país, “Colombia”, es una ofensa para todos y cada uno de sus habitantes. Tal vez en la historia haya habido otros países nombrados tras un genocida, como lo fuera Cristóbal Colón, pero supieron rectificar ese bautizo que honraba a su verdugo. “El que nombra el mundo lo define”, solía decir Paulo Freire, y en nuestro caso nos definieron un mundo que empezando por el nombre mismo del país, está equivocado. Hay que refundar el país. Toca empezar del nombre para abajo. Hasta el momento no me he enterado de que los judíos hayan nombrado a ningún pueblo, a ninguna comarca, ni siquiera un grano de arena de su territorio en honor a su exterminador, Adolfo Hitler. No sé por qué, nosotros los mal llamados “colombianos” tengamos que aceptar un nombre que no nos significa nada… nada más que humillación y miseria.
Los españoles hicieron un gran trabajo en estas tierras, nos enseñaron a odiarnos a nosotros mismos, es parte de todo proceso de colonización, enseñar al esclavo a someterse, haciéndole creer que es inferior al amo. Cada vez que un “colombiano” llama a otro “indio” de una manera despectiva, se está insultando a sí mismo. Todos los “colombianos”, sin excepción (bueno, tal vez menos los venidos de, ¿Lituania?) somos descendientes de los también mal llamados “indios”. ¿No me creen? Háganse una prueba de ADN y encontrarán que somos un pueblo absolutamente mestizo, mezcla de indígenas, africanos, asiáticos y europeos. Ah, y claro está, los españoles también nos enseñaron a odiar a los negros, los necesitaban como esclavos, los humillaron los exterminaron y los explotaron, como a los indígenas, a más no poder. Lo que hoy se llama “Colombia” fue un territorio colonizado por un pueblo que traía todos los prejuicios del mundo y era experto en odiar a la mayoría de los habitantes de la tierra. Odiaban a los árabes, a los judíos, a los negros y cuando llegaron a este continente, al cual también le darían el nombre que quisieron, trajeron sus odios antiguos y desarrollaron nuevos odios contra sus habitantes originales. Los primeros genocidas y secuestradores a gran escala de este continente fueron los españoles, y detrás de ellos llegaron todos los demás colonizadores que se especializaron en explotar las riquezas del continente para subvencionar sus imperios decadentes y medievales. Parte de su misión colonialista fue arrasar con las culturas nativas que pudieron, e imponer la de ellos, así no correspondiera ni con nuestro ambiente tropical, ni con nuestra filosofía de la vida. Los españoles arrasaron bosques, plantas nativas y seres humanos, y trajeron sus propios cultivos y enfermedades, matando no solamente el medio ambiente sino a los legítimos habitantes de estas tierras.
El resultado del colonialismo todavía lo estamos viviendo más de 500 años después de que el primer europeo pisara este continente. Las mismas torturas que practicaban los españoles hace 500 años se practican hoy en día en el llamado continente americano. La misma mentalidad autocrática de los reyezuelos que gobernaban a nombre de la corona española la tienen nuestros gobernantes de hoy en día, usando los mismos vicios, el mismo autoritarismo y la misma falta de democracia del pasado. El mal llamado pueblo “colombiano” ha sufrido un trascendental lavado de cerebro, a punto tal que no sabe reconocerse a sí mismo, carece de identidad porque le fue robada y usa una identidad prestada. ¿Cuántos de ustedes me pueden nombrar 10 especies de plantas nativas de este territorio o 10 especies de animales que sean nativas de la zona donde viven? Si le hago la misma pregunta a un indígena actual, creo que no tendría ningún problema en responder la pregunta. Los habitantes de la ciudad no conocen su entorno, si ven un árbol tal vez ni sepan su nombre ni de dónde es originario. La sabiduría ancestral fue reemplazada por creencias impuestas que no correspondían a la cultura milenaria de los habitantes nativos de este territorio. No es de extrañar que la mal llamada Colombia siga en el subdesarrollo, porque el subdesarrollo comienza por la cabeza. Mientras el llamado colombiano no se desprenda de su mentalidad subdesarrollada (es decir, servil, arribista, de “vivo” y facilista), este país seguirá siendo un mendigo internacional. Un país rico que sigue exportando sus riquezas como en tiempos de la colonia para que unos cuantos se hagan millonarios y la inmensa mayoría tenga que vivir en condiciones infrahumanas. Somos un caldo de cultivo para todos los males sociales que estamos viviendo, la desigualdad genera injusticia, la injusticia genera resentimiento, el resentimiento genera ignorancia, la ignorancia genera violencia, alteren el orden de los factores, multiplíquenlo por 500 años de sucesivas “patrias bobas” y encontrarán la fórmula del subdesarrollo.
La idea es muy simple. Refundemos este país. Eduquemos a la gente. Hagamos que sienta orgullo de ser lo que es y que descubra su propia riqueza interna y la riqueza que los rodea. Que la gente aprenda a respetar, a honrar a la madre naturaleza, a ayudar y no a robar a su semejante. No es una casualidad que esto que llamamos Colombia sea un antro de corrupción política, narcotraficantes, paramilitares y guerrilleros. Cada uno de ellos simplemente está practicando lo que ha aprendido y devolviéndole al genocida original una muestra de cómo practica las lecciones heredadas. Cada uno de ellos carece de cultura, amor propio, respeto por sí mismo, por la madre naturaleza y por sus semejantes. Todavía estamos a tiempo para salvarnos si logramos salir del círculo vicioso de ignorancia y violencia en el que hemos vivido por siglos. El primer paso es volver a nombrar el mundo: las palabras crean nuestra realidad, hay que dejar de ser “Colombia”, el país creado por el invasor extranjero y buscar un nombre que no alabe al genocida ni al genocidio. A partir de ese día podemos seguir nombrando el mundo de una manera positiva, creativa y sincera. Necesitamos una nueva “Alegría de Leer” que sea una “Alegría de Ser”, de ser todo lo que nos ha sido negado: respetuosos, honestos, educados, estar orgullosos de ser de origen indígena, negro y hasta español, aunque para mucha gente ya es un honor provenir de la etnia del invasor pero por falsos motivos, por creerse así superiores. Debemos estar orgullosos de los españoles que lucharon contra su patria invasora, al lado de indígenas, negros, mestizos, zambos y mulatos para liberar estas tierras del invasor extranjero. Fue un trabajo que quedó a medias. Doscientos años después de nuestra llamada independencia de España, hemos caído en dependencias peores y hasta más detestables que las de la colonia. Es hora de encontrar y descubrir quiénes somos, aceptarnos, entendernos y amarnos, dejar de despreciarnos por el color de la piel, por la condición social o por el oficio que practicamos, al fin de cuentas todos estamos hechos del mismo material. Es un camino largo el que tenemos por recorrer, pero nunca es tarde para dar el primer paso.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *