La cruda máscara
oculta la perversa realidad
y es que somos prisioneros
del estado
nuestra única culpa
es existir
el “ser supremo”
es ahora quien decide
qué pasa con nuestras vidas,
la democracia
fue a parar a la cloaca
que la había parido
una farsa representativa
una falsa pandemia
fuerzas del estado
que nos acorralan
nos hostigan
y nos matan,
cada cuatro años
cumplimos con el ritual
de elegir a nuestros verdugos.
Todas sus leyes, decretos,
constituciones y prostituciones
se resumen en dos palabras:
“Muéranse, hijueputas”.
Somos seres sin derechos.
Para manipular al ser humano
cualquier mentira es buena,
que Dios, que la religión,
que el diablo, que el demonio,
que el virus, que el venezolano,
que el comunista, que el marciano.
Nunca tan pocos engañaron a tantos,
la mascarilla es la letra escarlata
que se lleva en la cara
la marca del esclavo
que obedece al amo
y que hace suyas
las mentiras
con las que lo han esclavizado.
El esclavo ya no puede hablar
no puede protestar
no puede respirar
pero sí lo pueden matar.
El estado es una banda criminal
que se hace elegir
por sus mismas víctimas.
Hay que despertar ya
y sacudirse de esta farsa,
porque mañana
será demasiado tarde.