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Por ENRIQUE SANTOS MOLANO

Bárbara Forero, la protagonista de uno de los episodios más interesantes, por sus implicaciones humanas en las luchas de la Independencia, tiene muchos rasgos en común con Ana Karenina, la protagonista de la novela que lleva su nombre por título, no obstante que la primera es de carne y hueso, y que la segunda surge de la imaginación prodigiosa del conde León Tolstoi.

Ambas son mujeres casadas que dejan a sus maridos tediosos para irse con el amante. Ana Karenina y Bárbara Forero se enamoran inexorablemente, aquella del conde Alexis Vronsky, y esta del corregidor de Zipaquirá, Pedro Fermin de Vargas. Los cuatro son personajes muy complejos. Vargas como Vronsky, están poseídos por una profunda insatisfacción, que les impide descubrir la felicidad, que tienen al alcance de la mano en las mujeres que los aman. Ana es feliz al lado de Vronsky, pero su vida se vuelve un tormento cuando descubre que Alexis, hombre de grandes cualidades, no siente por ella la pasión correspondiente. Se ama más a sí mismo. Bárbara, tampoco sentirá la alegría del amor retribuido con la misma intensidad con que ella lo siente. Pedro Fermín sólo alberga una pasión, la Ciencia, y un pensamiento obsesivo, la libertad de su patria. A diferencia de Ana, Bárbara no se atormenta por no estar en el primer lugar de los sentimientos de Pedro Fermín.

El aspecto más coincidente entre Ana Karenina y Bárbara Forero es su alto valor intelectual. Ana goza de vasta instrucción, lee sin cesar libros de filosofía, literatura e historia, vive al tanto de la actualidad y escribe novelas para niños. Bárbara devora cuanta gaceta europea le cae a las manos, es suscriptora del Papel Periódico de Santafé, lee con ansiedad los pocos libros que llegan a Zipaquirá, está empapada en las ideas de la Ilustración; en su fuga aprende inglés y holandés, y redacta un diario de su escape con Pedro Fermin, desde Zipaquirá hasta Jamaica, que por desgracia se ha perdido.

Ana, dada su extrema inteligencia, entiende que el hombre por el que lo ha dejado todo (esposo, hijo, hogar) y se ha ganado la repulsa social, no la valora, ni la ama. No soporta esa desdicha y se suicida. Bárbara ha de su sufrir el mismo desengaño; sin embargo se mantiene al lado de Pedro Fermín, permite que él la utilice como pretexto para salir del nuevo reino bajo el encubrimiento de la huida amorosa de dos adúlteros. Está con su amado y lo apoya en todo momento y en toda circunstancia, hasta que se ven en la necesidad de separarse para cumplir cada uno su papel revolucionario. Ella regresa al Nuevo Reino con la misión de avisar a los conspiradores de Santafé que Pedro Fermín pasó a los Estados Unidos para conseguir armas. En Santa Marta, un giro que desde La Habana pone Pedro Fermín a nombre de Josefa Arias (seudónimo utilizado por Bárbara) despierta las sospechas de las autoridades, y es detenida.

Bárbara muestra en tres rasgos su temple de heroína. Su marido legítimo se entera de que la han traído presa a Santafé, y negocia con las autoridades la posibilidad de que Bárbara sea puesta en libertad si se compromete a regresar con él a Zipaquirá y a observar buena conducta en adelante. Bárbara (embarazada de Pedro Fermín) responde que prefiere estar presa, y aún muerta, antes que regresar con su marido, Pasará en prisión los siguientes siete años. Su hija nace en la cárcel y se encargan de cuidarlo Magdalena Ortega de Nariño y Rafaela Isasi de Lozano. El virrey Amar y Borbón considera que siete son suficientes años de encierro para una madre, cualquiera que hubiese sido su delito, y ordena liberarla. El 20 de julio de 1810 Bárbara encabeza el motin de las mujeres bogotanas. Se coloca de frente a los cañones del cuartel de artillería con el propósito de que, si la metralla barre con ellas, los hombres pasen por sobre sus cadáveres y tomen el parque.

Ámar y Borbón le da orden a Juan Sámano de no disparar contra las mujeres y de entregarles los cañones. Durante los días de la reconquista, seis años después, Bárbara Forero trata de organizar la resistencia contra el ejército de Morillo, mas no obtiene respuesta de sus compatriotas. Morillo ordena ponerla presa y la destierra a Guasca, junto con otras veinte santafereñas que son confinadas en diversas regiones, lejos de Santafé.

Nada más se sabe acerca de Bárbara Forero. Queda su estampa como la de una protagonista de esa “novela de los hechos” que es la historia. Y como una personalidad de múltiples facetas que supera la imaginación de cualquier novelista, incluso del más grande de todos, León Tolstoi.

 

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