“Hemos detonado la economía global para llevar a cabo un experimento de encierros que puede no haber funcionado”, dice Sherelle_E_J
Todavía no hay ni una pizca de prueba real de que el imprudente experimento del planeta de quedarse en casa haya hecho alguna diferencia.
Los medios de radiodifusión están más interesados en arrancar la cabellera de los que se rebelaron contra el encierro que en cuestionarse si los encierros han servido para algún propósito útil. Los estudios de gran categoría científica que sugieren que el encierro no alteró el curso de la pandemia se están desvaneciendo misteriosamente en la oscuridad de Internet al primer contacto con la narrativa oficial. Nuestras mejores mentes han recurrido a resolver el problema en seminarios web poco convencionales de YouTube. Ninguna ONG global o país con encierro ha lanzado una investigación sobre su impacto.
Este es un escándalo tan abrumador que solo hay un buen lugar para comenzar: la evidencia tal como está. De acuerdo con la teoría de antes del encierro, si las órdenes de quedarse en casa funcionaban, es posible que hubiéramos esperado ver un aumento de muertes diarias de 3 a 4 semanas después de que se implementaron tales medidas. (Los estudios estiman que el Covid tiene un período de incubación sin síntomas de cinco días, y las muertes generalmente suceden de 2 a 3 semanas después de mostrar los síntomas). Pero, en Gran Bretaña, las infecciones pueden haber alcanzado su punto máximo una semana antes del encierro, según el profesor Carl Heneghan de la Universidad de Oxford, con muertes diarias en hospitales aplanándose dos semanas después de la introducción del virus. No somos una anomalía: las fechas pico en Europa parecen frustrar también la teoría oficial.
No confíen solo en mi palabra. Un estudio de la Universidad de East Anglia postula que las “políticas de encierro en el hogar” de Europa no fueron efectivas. Una investigación de JP Morgan sugiere que el virus “probablemente tiene su propia dinámica”, que “no está relacionada con las medidas de encierro, estas a menudo inconsistentes”. Pero tales ideas no han logrado inducir incluso el más mínimo parpadeo para un debate general serio.
El biofísico ganador del premio Nobel Michael Levitt ha tenido un mejor desempeño, a pesar de su valiente esfuerzo de un solo hombre para exponer la verdad incómoda sobre los números del Covid. Afirmó, sensacionalmente, que el modelo que justificó el bloqueo hizo la suposición fatalmente incorrecta de que la propagación de Covid-19 es continuamente exponencial. De hecho, su investigación ha encontrado un patrón extraño en numerosos países por el cual el virus crece exponencialmente durante dos semanas, antes de disminuir aparentemente independientemente de las medidas de encierro y distanciamiento social.
En un mundo más sensible, tales hallazgos podrían generar un debate reflexivo sobre si el Covid estaba desapareciendo naturalmente antes de que comenzaran los encierros. También podría impulsar un esfuerzo global para armar otras piezas del rompecabezas, por ejemplo, establecer si existe una correlación entre los países con altas tasas de mortalidad y los países que no pudieron proteger los hogares de cuidado. (Representan la mitad de las muertes en Bélgica, que ha sufrido el peor número de muertes de Covid per cápita).
Pero a medida que los agujeros en el Proyecto Encierro se multiplican, sus defensores aletean incoherentemente para mantener su teoría a flote. No menos importante en Gran Bretaña, donde el objetivo del encierro da tumbos desde “aplanar la curva” hasta evitar una “segunda ola” – para, aparentemente, evitar el “segundo pico” de la primera ola. Pero si el hambre del Reino Unido por la especulación de una segunda ola ha demostrado ser insaciable, los datos en bruto son decepcionantemente sosos: con países de Asia, Europa y más allá de la apertura, los únicos países que experimentan segundas olas materiales son … Irán y Djibouti, donde los datos carecen de confiabilidad por decir lo menos.
Los pobres parecen listos para pagar el precio más alto por la histeria de encierro: mientras que la mitad de las personas con un sueldo de £10 ($12.50 dólares o por hora o $42500 pesos colombianos) confrontan la posibilidad de perder su empleo, se predice que las áreas desfavorecidas en el norte serán las más afectadas por el creciente desempleo. Mientras tanto, en Italia, los empleos industriales colapsan y la pobreza endémica de España se convierte en una calamidad existencial.
Esta es también la curva trágica de la historia del Covid-19 en el sur del globo, donde seguir los pasos de Occidente aún podría devastar a los vulnerables. Tomen el caso de Brasil. La implacable narrativa de los medios occidentales de que el país está atrapado por una catástrofe de coronavirus sin precedentes porque el presidente Bolsonaro ha sido beligerantemente escéptico del bloqueo es engañoso. De hecho, con muertes por millón aún cinco veces más bajas que en la Gran Bretaña, y una economía a semanas del colapso total, tal vez todavía haya tiempo para que Occidente lidere un esfuerzo humanitario para ayudar a Brasil y a otros países latinoamericanos.
Deberíamos estar haciendo todo lo posible para ayudarlos a aislar a sus personas vulnerables, colocándolas en instalaciones libres de Covid si es necesario, mientras los sanos siguen con sus vidas. En cambio, la OMS, en su vergonzosa conferencia de prensa del 25 de mayo, vendió efectivamente a los países más pobres una verdad a medias derrotista: en ausencia de “capacidades tremendas” para tomar medidas como el seguimiento y la localización, su única esperanza es el cierre total.