Notas desde el encierro: Día 4, un día de libertad
Marzo 24, un día de libertad antes de que empiecen ahora tres semanas más de encierro total. Un día de libertad para comprar las cosas del encierro. Encuentro cuando salgo una señora, tapabocas blancos, guantes azules, lleva un talego de compras en la mano. Es la figura del temor con el que han aterrorizado a la población. Estamos en un paraje de campo, por donde no circula casi nadie y la mujer lleva su uniforme de ir a mercar al pueblo. Es el uniforme del terror. Un tapabocas innecesario, que por alguna razón sin razón aquí han exigido para entrar a las tiendas. Alguna gente como ella porta guantes de caucho, eso les da un sentido de protección contra el enemigo invisible, a pesar de que al igual que el tapabocas, son comp letamente inútiles. El virus, si lo hubiera, no entra por la piel sino por los agujeros de nuestro cuerpo, como cualquier virus que se respete. El tapabocas tampoco es necesario, solo se recomienda para personas enfermas, si las hubiera, para que no contaminen a los demás, no le sirve a una persona sana para que no la contaminen.
Camino a la plaza donde están los cajeros automáticos y la vista me sorprende. La gente hace fila como a dos metros el uno del otro, fuera del uniforme de guantes y tapabocas, hay una nueva regla: Todos somos potenciales portadores y transmisores de un virus… ¡que aquí todavía no ha llegado! Gente perfectamente sana cuidando de no acercarse a otra gente perfectamente sana. El virus no es el enemigo, y cualquier ser humano es visto como un virus ambulante del que hay que alejarse. Lo llaman “regla de distanciamiento”, según dice un portal local, que añade que los venezolanos exilados en Bogotá, quienes se encuentran desprotegidos y están protestando, no “respetan las reglas de distanciamiento”. El lavado cerebral es total, la gente ha asimilado el lenguaje y las actitudes con que la controlan, como si fueran suyos. Cada cual se vuelve un policía en potencia. El virus invisible ahora rige nuestras vidas.
Los mercados tienen nuevas reglas. No pueden entrar más de diez personas a la vez y hay que entrar con tapabocas. La policía, a la puerta del mercado, vela para que ningún virus ambulante se atreva entrar a ese recinto sagrado portando un demonio invisible, que supuestamente enferma y mata.
Los vendedores ambulantes protestan en Pereira. Les prohiben salir a trabajar para ganarse la vida. ¿De qué van a vivir en el encierro? La alcaldía les había prometido mercados y les incumplió la promesa.
No podemos vivir ni encerrados ni libres. La matanza de líderes sociales avanza a pesar del encierro. ¿Es que los criminales tienen licencia para circular? ¡Así parece! En Colombia han asesinado literalmente a miles de líderes sociales y el gobierno jamás decretó ni un toque de queda, como lo ha decretado para un virus que como Dios, está por todas partes, pero que nadie puede probar que existe.
En todo el planeta esta noche hay mil millones de personas encerradas en sus casas. ¿Cuál fue su crimen? ¡Existir! Los criminales en el poder se las han arreglado para crear el fantasma de un virus e implantar su Nuevo Orden Mundial, un orden en el que ellos deciden quién vive y quién muere, quién tiene derecho a trabajar y quién tiene derecho a morirse de hambre… No entiendo por qué la gente no está protestando en masa en las calles, entonces me recuerdo de esos trenes que conducían a los judíos a los campos de concentración para ser exterminados. Nadie se atrevió a lanzarse de esos trenes. Aquí nadie se atreve a bajarse del tren de la falsa pandemia.